Sunday, March 22, 2009

M+M's

Eran las 4:27 de la mañana, hacía frio, habia llovido casi todo el día.

El momento inevitable se dió: tuve que marcharme.

Después de pasar 55 horas de sueño, volvía a mi realidad pasajera. Bajé de un avión para, instantaneamente, subirme a otro. Creo que pasará bastante tiempo antes de que me vuelva a pasear por esa habitación, para que vea la chimenea, para que me robe otro polo, para que me extravíen la maleta, para que caminemos por el río.

Hace 7 dias que estoy en Lima, 7 dias que parecieron 7 horas, volver a la universidad, encontrarte con los amigos de la Facu, irte a chupar al "Elos", en fin la suma de los factores que implica ser un alumno universitario. Hace 10 días que nos despedimos sin más reparo que en un adiós sencillo y rápido, frío, burdo, banal, un adiós protocolar digno de políticos o de competidores derrotados por el rival. Un adiós hecho de papel.

Adiós.

¿Cómo decir adiós? ¿A qué se le puede llamar "adiós"? ¿Qué es un "adiós? ¿Es acaso encomendarse a alguna Deidad? ¿Cómo decir "Adios" sin sentir nada? o, mejor dicho: ¿Cómo pretender que el adiós no afecta, en lo más mínimo, al sólido paladín ahí erguido frente al dragon?

¿Cómo?

Bastaron un par de horas para rendirme seducido por la fragancia que expedian tus poros, bastaron unos segundos para querer más y más del veneno que producen las glándulas venenosas que, alojadas en tus labios, no hacen mas que invitar a probar del dulce, pero peligroso, brebaje que ahi se guarda. Y me rehusé a generar inmunidades, me rehusé a tratar de extraer el veneno chupando la herida, me rehusé a luchar contra los efectos de las neurotoxinas que invadieron mis vértebras y que provocaron la destrucción de mi sistema nervioso; Simplemente me limité a disfrutar del paseo, como cuando disfrutas de una dosis de potentes alucinógenos inyectables. Sabía que me estaba envenenando, pero lo disfrutaba.

Lo disfrutaba.

Nos despedimos en menos de 30 segundos, nos despedimos como si nos fuéramos a ver al dia siguiente, nos despedimos como si 14 horas de vuelo fueran 14 munitos en la carretera. La despedida más incómoda, la despedida que duró menos que una canción.

Regresé a mi casa, vuelvoa ensyar con mis amigos, vuelvo a sentarme en los salones de la facu, vuelvo a hacer cola en la cafetería, vuelvo a cantar con el coro, vuelvo a manejar en mi caótica ciudad natal, vuelvo a extrañarte cada dia como si no hubiera vuelto.

Vuelvo a mi rutina, a levantarme e ir a la universidad, a hacer los trabajos, a buscar las esferas del dragón, montado en mi nube voladora, y de vez en cuando visito al Maestro Roshi para que me ilustre y me oriente con sus sabios consejos. Vuelvo a mi rutina en la medida de que vuelva a hacer las cosas que siempre hago aquí en Lima: atormentarme con las reflexiones de esta mente perturbada.

Viviré del recuerdo y de la esperanza.

Viviré de los mensajes y de los e-mails.

Viviré de música.

Viviré.

Tengo que leer como mierda, tengo que buscar información para un trabajo de la universidad, tengo que ir a la entrevista para ser guía de mi universidad, tengo que escribir emails, tengo que buscar libros en la biblioteca.

Estoy vendiendo mi macbook, buscando compradores, buscando formas en las cuales pueda poner un pie en tierras foráneas: de jinetes y dragones, y vaqueros.

Tengo muchas cosas que hacer, demasiadas diría yo.

Pero primero...

Tengo que buscar un caballo que aguante bastante kilometraje, esta vez la princesa esta lejos, muy lejos.

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