Sunday, September 20, 2009

Cassie

Ella bailaba sola al compás de los murgueros, los problemas del día a día desaparecieron cuando escuchó esas mágicas melodías que la transportaron a tierras olvidadas.

Pasaron casi dos meses hasta que nos volvimos a encontrar, otra vez en el contexto de su ausencia, en ese lugar donde la música es la única que me hace bailar (sobrio). De saber que existía la posibilidad de encontrarmela NICAGANDO ubiera ido en esas fachas: todo zarapastroso, ciego, barbón, despeinado y encima, pelucón. Si lo sé a veces puedo ser un completo idiota, pero bueno eso le da sabor al relato. Mi madre ya me lo ha dicho miles de veces....

En fin, no hay mucho que decir, la verdad es que estaba ebrio. El alcohol me había embrutecido más de la cuenta. Había pasado ya, por la transición de alegre, tonero y cariñoso; al borracho torpe y estúpido, y las pocas palabras pronunciadas correctamente, entre los montones de balbuseos que pude proferir, cumplieron su cometido: notó mi existencia. Cuando ella respondió a mi llamado, automáticamente perdí todo rastro de borracho, estaba sobrio, no podía creerlo... bueno al menos trataba de disimularlo.

Nos saludamos, nos despedimos. Tan casual como un encuentro no planeado pero sí muy exitante, donde los asistentes al teatro son todas las personas presentes y los actores somos ella y yo, fingiendo interés/desinterés por el encuentro, pudiendo camuflar de esa forma el grato placer que provoca la precencia del otro. Nos saludamos, nos despedimos y nuevamente el recuerdo que me llevé no fue ninguna de esas trivialidades triviales como el msn, el número del celular, ni mucho menos el facebook; el recuerdo que me llevé esta vez, fué la imagen completa de su rostro y su anatomía grabada en mi memoria de largo plazo para poder recordarla las veces que quiera. El único detalle borroso de esa fotografía mental fue la silueta del pata que la tomaba de la mano...

Esa vez el viaje interespacial empezó después de tu despedida.

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